Por: Yuri Franco
México
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En 1995, durante la Conferencia Mundial sobre la Mujer en Beijing, por primera vez se habló de los derechos de las niñas. En 2011 se declaró el 11 de octubre como el Día Internacional de la Niña, con el que se reconocen sus derechos y se promueve su empoderamiento y el ejercicio de sus derechos humanos.
La agenda 2030, adoptada por los líderes mundiales en 2015, para el Desarrollo Sostenible planteó 17 objetivos (ODS) enfocados en lograr la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres y niñas para llegar a la justicia y la inclusión. Dentro de los 17 objetivos se encuentran: fin de la pobreza, hambre cero, salud y bienestar, educación de calidad, igualdad de género, entre otros.
Voltaire decía que el sentido común es en realidad el menos común de los sentidos y es que parece increíble que hace menos de 10 años este tema se haya puesto sobre la mesa y que tenga que existir un organismo internacional que se encargue de promover políticas sobre temas que debieran existir de forma natural en las sociedades.
Se calcula que la mitad de la población mundial está conformada por mujeres y niñas, esto significa que la mitad del potencial humano proviene de este grupo, es decir, que somos un concentrado de fuerza de trabajo y producción de riqueza. La igualdad de género, además de ser un derecho humano fundamental, es primordial para lograr sociedades pacíficas, sostenibles, productivas en el plano económico. El Banco Mundial reporta que el ingreso femenino aportó el 30% de la reducción de la pobreza extrema entre 2000-2010, por otro lado la ONU calcula que para el 2021, aproximadamente 435 millones de mujeres y niñas vivirán con menos de USD $1,90 al día, lo que empujará a 47 millones a la pobreza como resultado del COVID-19.
Quedan prácticamente nueve años para que se venza el plazo para alcanzar los objetivos de la agenda 2030 y América Latina tiene mucho camino por recorrer. Estamos lejos de alcanzar los objetivos de desarrollo sostenible y tal pareciera que estamos avanzando en la dirección opuesta. Las niñas viven: desigualdad de género, violencia, inseguridad, hambre y una educación nula o pobre.
Las niñas en Latinoamérica son posibilidades reales para fortalecer nuestras economías. Si se invierte en políticas que reduzcan la brecha de género, podemos cambiar el rumbo de nuestra región.
Los datos duros o los acuerdos internacionales solo sirven cuando la sociedad civil se los apropia y eso lo podemos provocar desde nuestros hogares. Las que somos madres, tenemos la oportunidad de educar niños y niñas que valoren la libertad, el trabajo y los distintos derechos que a lo largo de la historia hemos conquistado como el voto.
Gandhi dijo: “Si quieres cambiar al mundo, cámbiate a ti mismo”. El cambio social vendrá de la suma de conciencias renovadas que valoren al hombre y a la mujer como seres complementarios que se necesitan para crecer, protegerse y prosperar en comunidad.