(Por: Elena Valor)
A estas alturas intentar convencer a alguien de lo necesaria que es la formación resulta un esfuerzo banal. Todas sabemos que tenemos que formarnos de manera continua. Sin embargo los viejos “peros” siguen estando más de actualidad que nunca: falta de tiempo, escasa capacidad para conciliar profesión y familia, largos traslados y hasta imposibilidad de acudir a determinados centros de formación si vivimos en lugares apartados. De entrada comentar que soy una gran defensora de la formación online, que llevo años siendo tutora de cursos online, tengo mi propia escuela y antes de esto fui alumna en la distancia.
Algo que tenemos que tener muy claro a la hora de optar por este tipo de formación, llena de ventajas, por otra parte (facilidad de asistencia, ausencia de horarios y traslados, etc) es con qué tipo de apoyo vamos a contar. Uno de los grandes handicaps de la formación online es que el alumno se sienta solo frente a la computadora y necesita tener un buen plan de trabajo para no terminar abandonando. Para ello el formador debe estar presente en todo momento apoyando, aclarando dudas y consiguiendo que los alumnos estén en contacto.
Una de las bondades de la formación presencial es la cantidad de sinergias que se producen entre los matriculados a una misma acción formativa, de ahí salen amistades, negocios, colaboraciones y futuros empleos. Y eso no lo podemos perder.
En mi caso soy muy consciente de que la formación online debe incluir las ventajas de la presencial y además añadir las de la distancia. Antes de optar por este tipo de formación asegurémonos de cómo está organizada.
“Las publicaciones que describen la educación en línea y cursos a través del Internet están desarrollándose y creciendo actualmente en tasas muy altas y las posibilidades de uso para las masas populares se verán en algunos años.”