Hay que quererse más

(Por: Elena Valor)
Vaya por delante de que no soy psicóloga, soy periodista y formadora en comunicación, pero ante todo soy mujer, con una única hermana, hija de una mujer con también una sola hermana que es madre de cuatro niñas. En definitiva, he crecido rodeada de mujeres a las que he admirado y también discutido alguna de sus actitudes.

Recuerdo que me molestaba cuando veía a mi madre comerse el huevo frito que se había roto, o las sobras que nadie quería, hacer cosas que no le gustaban en absoluto pero “debía”, esa condición de servicio y sacrificio silencioso que no detectaba en los escasos miembros masculinos de mi familia.

Mi paso por Latinoamérica (he vivido más de 10 años entre México y Venezuela) me hizo recordar a las mujeres de mi niñez, mujeres valientes, luchadoras, a menudo solas llevando todo el peso familiar. En Europa las cosas han cambiado, pero sigue siendo la mujer la que lleva la carga de las labores domésticas en mayor proporción que sus compañeros varones y son ellas las que aprovechan el descanso en la oficina para comer y salir volando a comprar esos calcetines que le hacen falta a su hijo mayor.

Todas somos “superwoman”

Los expertos hablan de la falta de autoestima de la mujer (en general), de sus  inseguridades (no solo hay que ser una madre y trabajadora, sino que además tenemos que estar flacas, jóvenes y encontrar tiempo para machacarse en el gimnasio). Mucho se ha escrito sobre la “superwoman”, pero si las mujeres ¡siempre hemos sido superwomen! Aunque ahora parece que nos exigimos más: casa, trabajo, hijos, matrimonio, amigas, aficiones… Y en todo a dar el 100%.

Una reflexión: No se puede llegar a todo (porque no se llega, nos pongamos como nos pongamos) al final la sensación de frustración y fracaso es tremenda y eso repercute en nuestro ánimo y en el que nos rodea. Mi querida y ya fallecida suegra, una mujer chapada a la antigua que sin embargo empezó su carrera profesional como maestra a partir de los 40 años, cuando ya no era “imprescindible” para sus hijos, me dio un consejo que desdeñé en su momento y después lo he comprendido:

Si tú estás bien toda tu familia estará bien

Mis creencias feministas me decían que “Hasta ahí podíamos llegar” encima  de lo estresante que es la vida de profesional, ama de casa, madre, emprendedora, etc. Ahora también hay que ser “la alegría del hogar”. Pues vaya responsabilidad.

Los años y la experiencia me enseñaron que mi suegra tenía razón, si estamos todo el tiempo descontentas con la vida que llevamos, en lo poco que nos valoran los que nos rodean, nos convertimos en máquinas enojadas de regaños permanentes. Lo podremos demostrar o, lo que es peor, adoptar la postura de víctima sufridora, pero todos aguantarán nuestro disgusto.

Desde estas líneas te animo a que pares un poco el ritmo y reflexiones, cómo hice yo en un momento de auténtica vorágine laboral y familiar. Si no te quieres, si no estás feliz contigo misma, si te ves como una esclava explotada por las circunstancias sin tiempo ni siquiera para darte un baño con calma…. ¿qué puedes ofrecer a los demás? Serás una cocinera espléndida, la mejor de las ejecutivas, una madre atenta y abnegada, pero si tú no estás bien los que te rodean tampoco lo estarán. Voy un poco más allá de mi suegra, no solo la familia, también  amigos, compañeros de trabajo, la gente que se cruza en nuestro camino.

Conclusión: Menos abnegación y más egoísmo. Aunque nos espante ese sustantivo, el ser egoísta, en el caso de las mujeres, no es otra cosa que ocuparse un poco más de nosotras, buscar tiempo para hacer aquello que nos gusta y que no está relacionado con nuestra familia, dar más responsabilidades a los esposos e hijos en las tareas domésticas, y huir del “Déjame que lo haga yo que tú lo estás haciendo mal”.

“Quiérete más, no solo tú, los demás te lo agradecerán.”

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