¡Por favor no me hablen de dietas!

(Por: Eva María Chang)
Pasamos súper bien la Navidad y el año nuevo, con familia y amigos. Sin embargo, al terminar todas las celebraciones, nos encontramos que querer ponernos el jean o el vestido que tanto nos gusta… ¡ya no nos queda! ¡Caos! ¡Mejor sería pensar que nuestra ropa encogió! Pero sabemos que no es así. Nos toca aceptar que los tamalitos y las torrejas y la piernita de cerdo (mmmm… se me hace agua la boca) tuvieron su efecto, justo ahí en las caderas o en el vientre. O en los cachetes… ¡pareciera que alguien nos cambió el espejo!
Debemos enfrentar la realidad… ¡se nos pasó la mano! Y ahora tenemos que ponernos las pilas para poder bajar esas libritas que nos dejó el año viejo. Y para colmo, no tenemos mucho tiempo, porque se nos viene encima la semana santa, y por supuesto, que debemos estar listas para conquistar esas playas. Y después, algún evento importante. La semana de vacaciones de Octubre. Y por supuesto… otra vez Diciembre, ¡en el que debemos vernos bellas con nuestros estrenos!

¿A quién queremos engañar? ¡Esto no es nada fácil! Sale mejor… guardar esos bellos jeans y encariñarnos de esas nuevas curvas que tenemos… después de todo… estar rellenitas está de moda. ¿O no?
El problema es que, esto no se trata solo de apariencias. Lo más importante es comprender que comer bien y hacer ejercicio tiene que ver más con mi salud, que con cómo me miro. Muchas nos excusamos en decir que “me siento bien así como soy”, y quizá la apariencia realmente no nos importa. Pero mantenernos saludables debe ser nuestra prioridad. Ni flacas ni gordas. Lo que importa es ser nosotras mismas lo más saludables que podamos.

No soy experta en el tema. Más bien soy experta en comer y disfrutar de una buena comida. Pero al final del día, el comer no lo es todo. Y en realidad, debo pensar en todas las demás cosas que me apasionan, y para poder disfrutar de todo, debo sentirme bien conmigo misma, desde mi salud, hasta mi apariencia. Pero mi metabolismo no es muy buen amigo mío. Es leeeeentoooo… Soy de las que me engordo con solo pensar en la comida. Así que me ha tocado aprender algunas cosas, ¡a fuerza de experiencia! Quizá alguna le pueda ser útil.

Primero lo primero. ¡Renuncié a las dietas! Dejé de decir, “tengo que ponerme a dieta”. Esa palabra me da escalofríos. Y me niego. Y todos los lunes podría empezar dieta. Y todos los martes la estaría abandonando. Así que, lo primero que aprendí fue a cambiar mi estilo de vida. Quizá sea sicológico o algo así, pero me quita la presión de encima.

No hay trucos mágicos. El camino fácil solo hace perder tiempo y dinero, y por lo general, se vuelve a lo mismo o algunas veces, a tener más peso. Mejor un ritmo pausado y no de la noche a la mañana. Hay formas fáciles que sí funcionan, pero no son tan saludables, y no son duraderas (como las pastillas).
Debo ser realista. Conocerme a mí misma. Debo tener bien claro dónde estoy y dónde quiero llegar. Tener una idea clara de mí misma y no compararme con nadie.

No tirar la toalla. Aún y cuando sea muy difícil. Incluso, cuando no lo logré un día y me devoré el pastel con café en una salidita con mi amiga.

Debo dejar las excusas. En esto somos expertas. Mi favorita es… “no sé por qué engordó si yo no como casi nada”. ¡Mujeres, por favor! A menos que padezcamos de algún desorden hormonal, ¡todas sabemos muy bien de donde vienen esos rollitos!

Tomar mucha agua, menos refrescos de botella, hacer ejercicio, comer más veces al día y en menores cantidades. Siempre desayunar. Siempre almorzar. Siempre cenar. Y en medio de estos tiempos, meriendas saludables.

Es bueno planificar lo que voy a comer de antemano. De hecho, esto me ayuda a mejorar lo que come mi familia también. Siéntese a hacer un menú para la semana. Haga una lista de compras. Esto ayuda tanto a controlar lo que comemos, como también nuestro presupuesto.

He aprendido que para mantenerme bien, no debo renunciar a comer rico. Existen muchas opciones de comidas deliciosas, saludables y bajas en calorías. Te permiten sentirte muy bien, llena de energía, con un estómago ligero y hasta con lucir una piel más suave y radiante.

Uno de esos descubrimientos han sido las ensaladas. Las cuales no tienen que ser desabridas para que tengan menos calorías, ni tampoco cargadas de aderezos grasosos para que sean deliciosas. Y no existe una receta única. Nos podemos poner creativas. Lo bueno de las ensaladas es que se podemos usar cualquier tipo de ingredientes y combinaciones. Desde vegetales y verduras, hasta proteínas y carbohidratos. En medidas adecuadas cada uno, el resultado será muy bueno. Por ejemplo, no abusar de los croutons ni de la mayonesa. No abusar de las papas ni de las pastas. Mejor optar por el aceite de oliva, el vinagre, limón, sal y pimienta. Ser abundantes en todo lo que sea de color verde, diferentes tipos de lechugas, espinacas y hasta repollo. Si es de las que debe comer carne, agréguele trozos de pollo o cerdo asado, le quedará riquísimo. Y por qué un poco de aguacate, delicioso y muy saludable. Una ensalada así es buena opción para almuerzo o la cena. Y para el desayuno, una rica ensalada de frutas, con miel o con yogurt.

Y lo que más ayuda… mírese a usted misma con mucha admiración y respeto. ¡Usted es lo mejor que le ha podido pasar en la vida! Así que, ¡a cuidarse! Como todo en la vida, mucha determinación. Decidir salir de su área de comodidad. Salirse de las excusas. Salirse de la indiferencia. Con mucho esfuerzo y dedicación. ¡Vale la pena!

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